Los países son elegidos por nuestras almas para cumplir propósitos misteriosos, nunca vamos algún lugar que no esté destinado para nuestra evolución, la primera vez que viajé a Colombia tenía una emoción de miedo y curiosidad, sentí que  mi único propósito era acompañarlo a mi esposo profesionalmente, mis primeros días allá fueron difíciles, confrontadores y solitarios, pero como el alma sabe lo que hace aunque  uno no lo entienda, este país terminó dándome algunos momentos felices de mi vida, allí nacieron mis hijas, allí vivimos en familia los 5, allí aparecieron amigos que aún conservo, allí disfruté  momentos de mucha intimidad y apoyo, solo nos teníamos el uno al otro.

Cierro mis ojos y puedo recorrer el departamento que fue nuestro hogar y nuestro último refugio juntos en la tierra, indiscutiblemente Colombia será un lugar que revoluciona mi alma y esta vez fue igual, después de 3 años y medio volví, no para cerrar mi casa sino para cerrar un proceso legal que me tuvo agobiada por años.

La última vez que había viajado allí, me encontraba en un estado de bronca, me focalicé en ese asunto para aliviar mi dolor a la pérdida, porque no tenía con quien enojarme. Este viaje fue diferente, por primera vez me di permiso para recordar los buenos momentos, me pude conectar con aquellos años vividos, las calles recorridas juntos, las personas con quienes compartimos lindos momentos, logré conectar conmigo, con mis emociones.

Hay una especie de magia, cuando te reencuentras con las personas de tu pasado, como si el tiempo se hubiera detenido en ese cariño que nos teníamos, llegar al aeropuerto y que me estuviese esperando Angelita, mi amiga del alma, no tuvo precio, verla después de años, poder abrazarla, tomarnos el vino que tanto anhelábamos, compartir con su familia, me explotó el corazón de alegría.

Pero el tiempo es implacable, volví y los bebes de mis amigos ya no eran bebes, eran unas personitas increíbles que habían crecido y me conmovió mucho que a pesar de que eran pequeños se acordaran de mí, es como si el cariño y el amor detuviera los segundos y juntos pudimos recordar anécdotas con Mati, me alivia saber que no lo olvidan, me alegra saber que no nos olvidan. Deje a mi ahijada Valentina de casi 6 años y hoy está hecha una mujer, Juan Diego y Julián que estaban en el colegio y hoy están terminando universidad, Emilia y Daniel que tienen la edad de mis hijas y que han crecido juntos. Muchas veces pensamos que solo crecen los niños y uno queda intacto.

En este viaje, tuve mi primer encuentro personal con mi terapeuta, luego de casi 3 años de terapia virtual, a raíz del desespero de mi amiga Geri por querer que avanzara en mi proceso. Ese abrazo fue inhalar una dicha distinta, un terapeuta es un confidente muy grande, es alguien que con su aceptación ayuda amarte a ti mismo. Solo ella y yo sabemos el gran secreto de nuestro brindis.

Así como los amigos que me han acompañado en este viaje como Ana, Cindy, Rosana, Ara, Lala, Carlos, Bibi, Juanpa, Cris, Pipe, el apoyo de Guille Baquero fue determinante en el resultado de este viaje, gracias a Fabito y Claudia que juntos hemos recordado nuestra historia laboral y que han mantenido vigente el recuerdo de Matias, no muere quien es recordado.

Hoy siento una gran gratitud por todo lo vivido, porque cada cosa que paso fue un gran aprendizaje, la vida es un viaje que te enseña a descubrir que uno puede disfrutar, que puede ser feliz a pesar de lo “malo y triste” que se presenta, uno tiene la elección de cómo puede transcender lo que pasa en esta vida.

Durante todos estos años sentí que estaba en una lucha constante, que era el cuento de nunca acabar, pero lo que me sostuvo fue la esperanza, hasta que en el momento menos pensado llega, he aprendido a tener paciencia, a insistir en mi proceso, a no bajar los brazos porque al final todo llega.

Gracias Colombia, me fui con la promesa de llevar a mis hijas!