Las pérdidas son protagonistas de los duelos

Matías tenía 10 años y amaba el futbol, un día lo convocaron para ser parte de equipo de entrenamiento de River, el no cabía de la dicha, con toda la emoción le contó a sus padres la suerte que había tenido, sin embargo sus padres no opinaban lo mismo sobre esa oportunidad y se negaron a dicha prueba generando en Matías una frustración profunda por no poder aprovechar esa convocatoria.  A esto también lo llamamos duelo, a las cosas que no pudimos hacer o no nos dejaron hacer, a las oportunidades que tuvimos que dejar pasar, a nuestros sueños callados o deberes escolares, por las prioridades paternas incluso por recursos económicos.

Los duelos no son sólo pérdidas de personas, sino también de oportunidades, de momentos, habernos enfermado en una final o no poder ir a una fiesta, o no haber pasado en ciertas universidades, no poderte graduar con tus amigos, o tener que dejar tu casa de la infancia por un traslado de tus padres.

¿Alguna vez te paso que quisiste hacer algún deporte y no te dejaron? ¿o que no te dejaron ir algún lugar por miedo? ¿o qué quisiste estudiar algo y te dijeron que eso no tiene salida laboral? ¿o estar peleando por un puesto laboral y lo gana otro? ¿o alguna vez perdiste la confianza en vos?

La infancia es una etapa de la vida en la que nos podemos enfrentar a muchas frustraciones porque no somos nosotros lo que elegimos lo que podemos hacer o no, sino nuestros padres y de acuerdo con sus deseos y posibilidades se pueden silenciar muchos talentos en deporte, arte, amistades. Y es así como muchos niños y niñas crecen alejándose de sí mismos y convirtiendo ese duelo en una frustración silenciosa.  

Me sumerjo en mi adolescencia y recuerdo cuando perdí el año comenzando la secundaria, sentí frustración porque mis amigas seguían y yo me estancaba, sentía que no estaba a la altura de la situación, me tocó lidiar con la decepción de mis padres, entré en un duelo de no haber podido pasar el examen que necesitaba para pasar de año, sentí vergüenza de contar que era una “repetidora” y además perdí mi circulo social.

En mi vida laboral también he pasado por diferentes duelos, estaba compitiendo por un puesto que se lo han dado a otro y sentí mucha bronca, impotencia, una gran desilusión por no ser elegida, en otro trabajo sentí que no era valorada ni respetada por mi jefe lo que me provocó un gran dolor.

Desde muy chicos nos toca transitar duelos, por ejemplo, cuando una mamá no te prestó atención, o por miedos de tus padres no te permitieron hacer alguna cosa que tanto deseabas o cuando vivís para contentar algún otro y te dejas en un segundo plano y pierdes tu libertad. Si la situación te genera demasiado presión o es muy humillante, puede generar alguna enfermedad.

Me resulta importante compartir la necesidad que tenemos de procesar los duelos pequeños como grandes, reconocer esa frustración de la infancia o adolescencia también nos sana, también nos libera, también es importante porque de no hacerlo podemos repetir esa conducta y ser nosotros mismos quienes impidamos nuestros propios sueños presentes procrastinándolos, así que te invito a pensar en esas situaciones en las que te sentiste frustradas y que terminaron inhibiendo tu fuerza, tu confianza y tu seguridad. Reconocerlas puede ser el principio de una reparación poderosa en tu vida.