Durante el fin de semana, vi la película “Lo mejor de mi vida”, un hombre que quedo viudo con una niña pequeña debido a un accidente de auto mientras tenía una discusión con su esposa cuando iba conduciendo. Observé la culpa que sintió por la muerte de la madre de su hija, no sabía como seguir, criando una niña y afrontar su duelo y el de la chiquita, no se permitió conectar con el dolor, solo quería salir adelante.

Le comenzó a hablar su cuerpo, le daban ataques y temblores en sus manos, él era un escritor literario, le sugirieron internarse para poder sanar, tuvo que dejar a su chiquita con la tía del lado materno durante 7 meses, esa niña sufrió un doble abandono, pero él quería estar bien para su hija. Cuando regreso después de su internación, vivió para poder criar a su hija, autoexigiéndose para salir adelante, pero esa autoexigencia lo llevo a la muerte.

Esa niña se hizo psicóloga de grande para poder reparar ese duelo que nunca pudo ser sanado, comenzó a vivir una vida desconectada, porque no acepto su propio dolor, no quería sufrir, para ella conectar con el amor era sinónimo de Pérdida, hasta que llegó el momento en el que conoció un hombre que la amo de una manera en el que ella entro en pánico, llevándola a comportamientos compulsivos y autodestructivos que se pueden ver como una fuerza indomable de su inconsciente que se disparan en la posibilidad de sentir dolor.

Esta película nos permite ver el duelo desde diferentes puntos, desde la culpa, desde la pérdida sistémica, desde el esfuerzo de reparar, desde el miedo, también nos lleva a reflexionar sobre la tendencia que tenemos a priorizar la supervivencia de tal forma que evitamos conectar con las emociones que se convierte más adelante en ataques de pánico, ataques de ansiedad, en trastornos.

En esta historia se puede observar la imposibilidad que tenemos de comprender al otro, una niña que necesita desesperadamente la atención del padre y un padre que necesita desesperadamente producir dinero para que no le quiten a su hija y a veces nos quedamos corto para sostenernos a nosotros y no podemos atender a otro. Aquí me reflejo cuando entré en un estado de supervivencia pudiendo solo con mi alma y seguramente no pude asistir y sostener a mis hijas en su duelo todo el tiempo.

A propósito de la viudez es un duelo particular, ya que cuando hay niños pequeños, el duelo tiene tres espectros para mí. El primero es la pérdida de tu compañero de vida y proyecto de familia, el segundo la pérdida de un padre que vas a tener que reemplazar para disminuir el vacío que deja en tus hijas y el tercero es el duelo de cada uno de tus hijas.

Quizás, esta es mi oportunidad de explicarle a quién está en duelo, que nuestro proceso interior, somos los únicos que podemos ayudarnos a salir de ahí. En realidad, nadie puede comprendernos a nosotros y a nuestras circunstancias. Las personas fuera de ti te van a ofrecer mil opciones según sus creencias, pero la verdad solo nosotros podemos saber que necesitamos por eso una vez más, este texto es una invitación a entrar en un proceso terapéutico y escucharse a sí mismo, para poder encontrar la llave que abre la puerta que te lleva al otro lado del dolor.